Las noticias que llegaban de Santa Cruz no eran optimistas: conflictos en el Consejo de Educación, docentes de paro, alumnos sin clase. Entre nervios, miedos y desafíos recibimos en Aeroparque al comité de 30 rectores que llegaban desde el sur.

Equipo, pasión, integración, solidaridad, puertas abiertas, equidad, compromiso, convicción, desafío permanente, inclusión, construcción, optimismo, encuentro, oportunidad, pertenencia, identidad, deseo, innovación. Con estas y otras palabras describieron el primer día cada una de las escuelas a las que representaban, orgullosos de ser parte de sus comunidades y cargando con la responsabilidad de ser sus representantes.

Los primeros días fueron difíciles, contaban angustiados lo que sucedía en su provincia y, aunque asistían con entusiasmo a las clases, era difícil "desenchufarse". Mientras se rompía el hielo, se iban conociendo e iban compartiendo lo que sucedía entre ellos. De a poco, entre las clases y las comidas de la noche fueron logrando conectarse. En la clase brindada por Sonia Fox acerca de las emociones y aprendizajes, entendieron que había algo que los estaba atravesando y de lo que no podían escapar: la situación provincial.

Su optimismo, ganas de aprender y de hacer frente a las circunstancias con las que lidian cada día logró darme una inyección de esperanza. Sus días enteros giran a veces alrededor de cuestiones alejadas de lo pedagógico: conflicto gremial, meses sin agua, estufas sin andar. Y estos rectores le ponen el alma y se arremangan, y ¡hasta vienen a Buenos Aires a buscar las herramientas!

Además de la posibilidad de asistir a un programa de formación de excelencia, tuvieron la oportunidad de conocerse entre ellos, de saber que están atravesando situaciones similares y compartir con pares la experiencia.

"Somos como el álamo, el viento nos movió pero hoy volvimos a nuestro eje: nuestros alumnos", en el momento que Rosana me dijo esa frase se la pedí prestada para publicarla. No hay viento que pueda con el álamo, y esos directores reflejan eso. Más ahora, que son muchos álamos que saben que se tienen unos a otros para acompañarse después de los vientos sureños. Sin duda hay una red gestándose.

Agustina Harriague